San Giustino De Jacobis, patrono de los lucanos en el mundo

El 24 de marzo del 2004 se fundaba en Asunción la Asociación de Lucanos del Paraguay con la presencia del presidente del Consiglio Regionale de Basilicata, Rocco Curcio, y delegación. Son 17 años de muchas actividades con los descendientes de lucanos e ítalo-descendientes de otras regiones, siempre abiertas a todos los que aman al Bel Paese.
Su acogedora sede de la calle Ygatimi al 575 en Asunción es un poco una casa de todos los ítalo-paraguayos. Allí, pero no sólo allí, los lucanos transmiten la cultura y las bellezas de su querida Basilicata.
Ese 24 de marzo pasó a la historia de los lucanos en el mundo, porque a partir de ese día, tienen su propio patrono: san Giustino De Jacobis.

Vida y ejemplo de san Giustino

Giustino (Justino en castellano) nació en San Fele, en la provincia de Potenza, el 9 de octubre de 1800. Fue el séptimo de catorce hijos. Después de ser ordenado sacerdote de la Congregación de la Misión (o Vicentinos, fundados por san Vicente de Paul), se dedicó con todas sus fuerzas a los enfermos durante la epidemia del cólera que azotó Napoles después de haber hecho estragos en el Norte y en el Centro de Italia.
Emigró con dos sacerdotes a Etiopía, y misionó en la región de Tigré. Obispo de Nilópolis desde 1894, se entregó al apostolado y a una vida sacerdotal dedicada a servir a sus semejantes, formando el clero local y contribuyendo a la educación. Para los etíopes era Abuna Jacob, “nuestro padre Jacobo”. Un título de honor y respeto.

Un hombre de diálogo y un educador

“Justino De Jacobis fue padre para la Iglesia en Etiopía”, escriberon los obispos etíopes al Papa Pablo VI en 1975. El Santo Padre lo proclamó santo ese mismo año. Lo recuerda Domenico Agasso en La Famiglia Cristiana. Que continúa: “En esa oportunidad, recordando la adelantada visión ecuménica de Justino, el Pontífice afirmó: ‘Quiso acercarse a los coptos, y también a los musulmanes; y si bien por esto encontró graves hostilidades e incomprensiones, quiso incrementar los valores cristianos ya existentes allí, apuntando a la unidad y a la integridad de la fe’. Y concluyó: ‘Tiene una sola injusticia: la de ser poco conocido’”.

Giustino incluso llevó algunos coptos en una peregrinación a Roma y a Tierra Santa, sin pedir conversiones. Uno de ellos, sin embargo, se hace católico. Se trata del hoy Beato Ghebré Michaïl, quien más tarde será sacerdote maestro del seminario fundado por el santo, y publicó una gramática y un diccionario de la lengua local. “Valora las culturas que encuentra: esto también forma parte de la ‘línea De Jacobis’ de la misión”, comenta el sitio de los vicentinos de Roma.

San Giustino, un emigrante lucano modelo

Sin embargo, por cuestiones políticas, el obispo copto Salama insta al emperador Teodoro II a expulsar a Justino. Aún así, le recomienda: “Tienes que echar a Abuna Jacob. Pero no lo mates: ¡es un santo!”.
De ese modo, el obispo Justino con un grupo de su “primer círculo” sale del país. Muere de agotamiento en la región más tórrida de Eritrea, cerca de Zula, mientras procuraba alcanzar el puerto de Masaua, el 31 de julio de 1860. Ese es también el día en que se lo venera.
Fue proclamado santo el 26 de octubre de 1975, por el Papa san Pablo VI.
Giustino experimentó así la dureza de la emigración, pero con su trabajo y su cercanía a la gente mereció el respeto del pueblo que lo recibió. Como tantos lucanos en el mundo.